jueves, 15 de diciembre de 2011

Maldito prisma


Hay una luz blanca. No sé exactamente lo que es, pero me gusta imaginarlo. Pienso en un hombre haciendo lo que debe hacer. Pienso en un hombre que dejá de pensar en qué está bien o qué está mal, qué le sirve y qué le deja de servir. Sé que lo que anhelo es un hacer parecido al orar y laborar de los monjes de clausura. Hay que frenar la dispersión, me digo, entiende que eso clave, me aconsejo. Hay que lograr que el día tenga veinticinco horas y que la noche se haga corta y pase rápido (si ella no está). Vivimos obsesionados con la idea de culminar de buena gana nuestros proyectos, a pesar del poco tiempo, a pesar de la crudeza de un presente que no está para tirar cohetes... Me planto muchas veces frente al papel y siento que todo sería más fácil si tuviera las palabras mágicas. Pero luego releo, me releo, y subrayo eso de que todo sería más fácil, y es entonces cuando digo NO. Digo que no y escribo otras palabras. Siento que ya no importa tanto todo aquello que se dejó atrás.

3 comentarios:

  1. La opción de los monjes de clausura tiene sus inconvenientes, pero no está mal pensado. Y por cierto: creo que es mejor no tener las palabras mágicas, sobretodo porqué efectivamente lo fácil no sirve de mucho. Lo fácil sólo es fácil, y luego no da placer.

    ResponderEliminar
  2. Cuando veo tanta luz me digo: cava, que bajo tierra está el tranquilo manto negro. Cinco proyectos a medias son más valiosos que uno concluso. Nadie dijo que vivir fuera fácil...

    ResponderEliminar
  3. Vivir es fácil, más que fácil, lo que es difícil es convivir, con uno y todos. Curiosamente, la insoportabilidad deviene de lo que nos ha permitido llegar hasta aquí: la sociedad, la cultura. Sí, cinco proyectos a medias son más importantes... Algunos pensamos que el que mucho abarca mucho aprieta, más que nada porque aprieta en muchas partes (y eso ya es mucho).

    Lluís, la opción de los monjes de clausura se ha caído por su propio peso. Un abrazo.

    ResponderEliminar