viernes, 29 de marzo de 2013

El café de McCullers


Ahora que ya no compro libros con la alegría con la que lo hacía antes, rebuscó en las estantería como un poseso, buscando títulos que conseguí hace tiempo y que, por suerte, todavía no he leído. Este del que os voy a hablar ahora, se lo compré a Rafa, el dueño de la Librería Mimo, una librería de viejo por la que os recomiendo que os paséis de vez en cuando. Se trata de La balada del café triste, de Carson McCullers.

De ella apenas si había leído nada, apenas un relato. En concreto, uno llamado El transeúnte, que se incluyó en una antología de relatos de escritores estadounidense que empezaron a publicar tras la II Guerra Mundial. Supongo que compré el libro porque ese relato me gustó y porque ese mismo cuento se incluye también en esta colección de narraciones breves.

He de decir que La balada del café triste, el relato que da nombre al libro y que es el primero y el más largo, con diferencia además, de la obra de McCullers, no me gustó demasiado. Pero los relatos cortos que vienen después me parecen soberbios. Tras leerlos, uno piensa en los mejores cuentos de Carver, solo que estos se escribieron unas décadas antes. Si me tengo que quedar con uno, diría que Dilema doméstico es el que más me gusta, aunque El jockey y El transeúnte, cuya relectura he disfrutado especialmente, se me antojan también muy buenos.

Las historias de McCullers escavan en la historia oscura del sueño americano de los años 50. Personajes consumidos por el alcohol y el dolor y jóvenes recién salidos de la pesadilla de una acontecer abúlico, protagonizan estos cuentos donde la historia crece de una forma sutil, apenas perceptible, pero sin duda efectiva. Con un estilo seco, que cuenta más con lo que calla que con lo que dice, y una gran capacidad para usar los escenarios a la hora de dar cuerpo (y mente) a los personajes, lo más interesante de sus narraciones cortas es la equidistancia permanente que mantiene con respecto al sentimentalismo y los resabios moralizantes.

Desde luego, me alegra haberme reencontrado con el relato corto. Hacía mucho tiempo que no leía un libro de cuentos y el regreso me ha sabido a poco. Lo apunto en la lista de la relecturas pendientes.

domingo, 24 de marzo de 2013

Empaqueta que algo queda


Llevo varios días empaquetando, apuntando direcciones y yendo a correos. Apenas han pasado un par de semanas desde que llegaron los ejemplares de Negra flama a casa, y ya hay una caja casi vacía. 

Algunos poetas, como Jorge Maíz o José Ramón Otero, han querido intercambiar ejemplares, y sabemos que hay más poetas o autores que desean conseguir la antología así. Nos parece perfecto. En unos meses la distribuidora del Ateneo Libertario venderá títulos poco accesibles a los lectores jiennenses.

Es muy divertido esto de empaquetar libros. Es un trabajo manual que relaja, quita el estrés y favorece la concentración. Espero que el ritmo de envíos se mantenga así, porque sería muy buena seña. Y eso que todavía no hemos empezado a enviar la antología a librerías afines. 

Que siga el baile.

sábado, 9 de marzo de 2013

Hiperviolentos, en la línea de salida


Si todo va bien, dentro de unos meses se publicará, ¡por fin!, El Club de los Poetas Hiperviolentos y otros relatos, el libro de cuentos en el que he estado trabajando estos últimos años.

El proceso de corrección ha sido largo y se han caído cuatro relatos que no me acababan de gustar. Por lo demás, el libro tiene poco que ver con 50 pasos para dar el salto o Cuento y aparte. Los cuentos son mucho más largos y el conjunto es menos ecléctico. Por otro lado, el manuscrito ha tenido un par de lectores de cabecera que me han ayudado a mejorarlo mucho. Uno ha sido Bernardo Munuera, de La manía de leer, y otro Sergio R. Franco, amigo y compañero de aventuras.

El libro se cierra con un Anexo para fanáticos (del cuento, se sobrentiende) donde le propongo un par de juegos al lector. De momento no os doy más pistas.