domingo, 7 de julio de 2013

El temor del cielo

Las noticias alertan de la ola de calor. Vivo en una ciudad que se derrite. Pero abro un libro y siento escalofríos: es El temor del cielo, de Fleur Jaeggy. Un libro de relatos de títulos simples: Sin destino, Una esposa, La prometida, Los gemelos, La vieja vanidosa... Son solo un ejemplo.

Libros desordenados en cajas, entre la ropa y los zapatos, ocultos en los bolsillos de cazadoras viejas, durmiendo el sueño de los justos en cajones desesperados, casi nunca abiertos. Eso es una mudanza. Esconder el mundo en un trozo de casa antigua. Allí, perdido en un legajo de revistas viejas, encontré este libro, que no supe muy bien de dónde había salido. Al abrirlo, vi un sello de expurgo. Claro, ahora recuerdo... Sinceramente, no sé cómo se puede expurgar de una biblioteca pública un libro como este. No sé quién pudo tomar semejante decisión.

Hay una autora que desconocía. Se llama Fleur Jaeggy y escribe cuentos. En nuestro país se lee muy poco, esa es la verdad. Y menos aún libros de cuentos. Apenas si hay editoriales valientes que apuesten por el género. Yo, cuando encuentro un buen libro de relatos, lo celebro, y empiezo a ver con buenos ojos a la editorial que lo ha publicado. A partir de ahora, el catálogo de Tusquets gana puntos. Da la casualidad, que hace unos días leí un artículo sobre Beatriz de Moura, al fundadora del sello. Ese artículo, publicado en El País, se titula "Vivimos en un Fahrenheit 451". En cierto sentido, es lapidario.

Los cuentos fríos de Fleur Jaeggy. Me pregunto por qué en los países ricos se escribe tanto sobre la vejez. En El temor del cielo los personajes van en parejas. Viejos matrimonios o adolescentes que son viejos. Pueblos pequeños en los que todo el mundo sospecha, cementerios que parecen museos, gente que vuela por las ventanas. El temor del cielo recuerda que se puede escribir de otra manera, diciendo poco y dibujando sombras, pespunteando la trama con apenas cuatro o cinco descripciones atinadas, creando atmósferas que emergen lentamente en el relato, como una niebla densa, escribiendo claro y de forma inteligente.

Los siete relatos son buenos, pero el primero, Sin destino, merece una mención aparte. Reune todo lo anterior. Es un cuento perfecto. Ahora toca buscar todos sus libros. Algunos se han reeditado recientemente por sellos con olfato como Alpha Decay. Quizá este verano sea suyo, aunque también quiero leer todo lo que pueda de Joseph Roth. Los dos refrescan, y así ahorramos en aire acondicionado.

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