jueves, 24 de julio de 2014

Boca cerrada


i

Cierras los ojos cuando todo queda en silencio. No duermes entonces. Horas después sí. Ese es mi cálculo. Poco tardas en despertar. Sin descanso y sin aurora, abres los ojos acosado por el susurro de un enemigo que conoces a la perfección. Hoy te habla en sueños. Ayer te agarraba de las tripas como un veneno astuto.

ii

Sales a pasear cuando todavía es de noche. No hay nadie en las calles. Miras hacia arriba y ves prenderse alguna luz. Tú como ellos, tendrás que ir al trabajo. Antes, el paseo te sacude la vieja sensación de asfixia. Trincheras y máscaras. Una vez fuera, lejos de ti, todo parece transcurrir distinto. Ya no miras como antes. Ya ni tan siquiera ves.

iii

Entras en una cafetería. Solo estás tú y un camarero, medio dormido, que friega los platos de un público ausente. Pides un cortado. Miras la tele. Noticias. Quieres olvidarlo todo. Se suceden las imágenes como en una ensoñación líquida. El camarero baja el volumen y ahora solo ves la imagen de un hombre que enseña una foto. Clama. La foto es el horror, no eso que te pasa por la piel ahora -insisto- sino aquello que te cruje cuando te vuelves otro; no lo que resbala y luego se olvida, sino eso, lo que queda y permanece, la voz y esa maldita imagen que no te puedes sacar de la cabeza, como esta otra... Eso es. Él mientras tanto, clama. El otro, clama. Enseña la foto a una audiencia que cierra la boca. Callan. Ellos callan. Le miran y callan. Ese hombre abre los ojos con desesperación, luego los baja. Mantiene la foto en alto. Tú bajas la mirada también. Hoy no podrías soportarlo... Finalmente, callas; como ellos, tú. 

sábado, 19 de julio de 2014

Ramiro Pinilla (o la precondición del estudiante)


Todo vacío. La ciudad, el bloque de pisos donde vivo, los bares... El calor espanta. Salgo a tomarme un café y cuando regreso, pienso en el personaje de Sin respuesta. Allí también, una dulce y misteriosa ensoñación. La vida recogida detrás de un muro, al cobijo de una máquina que escupe aire, frente al televisor y su emisión idiota. Mientras, otros escriben. Desde luego, no es ningún mérito.

ii

Detroit. Enfrentar la pesadilla. Una ciudad que parece renacer conforme vuelven a crecer los cuentos. Piensas en la última escena de una de las pelis de Mad Max. Contar historias, como hace miles y miles de años, entre nubes de polvo, casas destruidas, muy cerca de la más que absoluta desesperación (en el límite justo donde la voz opera). Detroit. La huida. Edificios enteros abandonados, como este mío, en pleno julio. Un lugar, tan bueno y tan malo como cualquier otro; una casa-desierto ideal para leer, escribir y sobreponerse a las malas noticias.

Ramiro Pinilla (Bibao, 1923)

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Quizá haría lo mismo. Ramiro Pinilla seguramente se tomaría las cosas con la misma distancia con la que hoy, al menos, intento tomármelas yo. Últimamente he leído un par de entrevistas suyas. Poco a poco, espero leer todo lo que ha escrito este escritor vasco. Un tipo que permanece quieto, que se situa al margen y es feliz, reconfortado, a sus más de ochenta años, con lo que ha hecho en su vida. Un tipo que, como mi padre, perdió la visión de un ojo cuando era bastante joven y levantó una casa, plantó un huerto y se dedicó a lo que sabía; en el caso de Pinilla, escribir libros en el tiempo robado a las obligaciones, fabular para sobreponerse al infortunio y contener el miedo.

iv

Hay que aprender, me digo. Eso es lo primero. Detroit puede esperar. Todo eso que quieres hacer rápido, puede esperar también. Aprender, eso es lo importante. Después, que lo que tenga que venir, te llegue y no te pase por encima. Vas en camino.

martes, 8 de julio de 2014

Detroitus (1)


i

Es así, tal y como lo imaginaba. Calles vacías, casas abandonadas, polvo... Por la noche, vemos las hogueras tras las ventanas rotas. Nosotros no somos los únicos. Ya lo sabíamos cuando vinimos aquí. Cualquier parecido con la ficción se queda corto. He borrado todos los recuerdos de, por ejemplo, Plop. Tampoco guardo imágenes de La carretera. Aunque todavía es imposible olvidar aquella cita; página 15: Ten presente que las cosas que te metes en la cabeza están ahí para siempre. No sé si Cormac McCarthy ha estado aquí. No me interesa. Hay demasiado trabajo y apenas si podemos leer. Nos sobra con defendernos. Y con amarnos para vencer al frío.

ii

Ella sale por la mañana. Se cuelga el subfusil y la cámara de fotos. Su trabajo es enseñar. El mío es escribir cuentos. Utilizo este diario para anotar nuestros progresos. Ayer arreglamos una mesa. Hoy hemos limpiado el salón. Nuestra casa es una ruina. Antes de conocerla, mi vida también lo era. El viaje nos salvó a los dos. También aquí es imposible sacudirse el miedo. De noche, apenas si dormimos. Leemos a la luz de la pequeña hoguera. Solo apartamos las armas cuando hemos dejado puestas las trampas. Por ahora, ninguno de los dos deja el cuchillo. Vinimos aquí sabiendo de los crímenes. Es cuestión de supervivencia, dijeron. Allí gana el más fuerte, dijeron. A los dos meses, ya no podréis ni soportarlo, dijeron también. Pero aquí estamos. Una mujer y un hombre, tejiendo vida en un lugar sitiado por la desesperanza, poniendo en pie lo imaginado lejos, muy lejos de esta ciudad arrasada. Digan lo que digan, hemos venido a quedarnos. Lo dije antes, hay demasiado trabajo. Y toda una tierra por reconquistar.

iii

No me resisto a vivir. Hiervo agua para limpiar unos cubiertos que no vamos a utilizar hoy. Ya no hay comida. Pasaremos la noche tirados en nuestro colchón viejo. Hay sabanas limpias y leña suficiente para dos inviernos. Mataremos el hambre sorbiéndonos el uno al otro. Después, nos tatuaremos la piel con antiguas palabras. Verbos para cercar el miedo... Nombres para nombrar las cosas... Tenemos tinta de sobra. Defendemos con nuestra piel el lenguaje de una humanidad casi extinguida. Sabemos que son muchos los que, junto a nosotros, han emprendido esta misión salvaje, pero no hemos podido localizarlos aún. Sigue la esperanza intacta. Dentro de una hora, me tocará dormir a mí. Estoy tan cansado... Lo daría todo por soñar junto a ella, en paz, toda una noche... Pero es imposible. No podemos cerrar los ojos al mismo tiempo. 

iv

Miro por la ventana. Te has despertado y me pellizcas el culo. Solo ese gesto encierra la esperanza de una especie entera. Queda camino... Ya no recuerdo lo que dejamos al otro lado del mar.

miércoles, 2 de julio de 2014

Uno dentro de otro


En el sueño es de noche. Ella camina delante de ti, pero ni siquiera ves su espalda. Hace frío y tienes un mal presentimiento. La angustia te hace caminar despacio. Ella se aleja. Recuerdas la vieja pesadilla intrusa. Un sueño dentro de otro, dices. A los lados, no se ve nada. La antigua compañía abandonó hace ya tiempo. Saliste de la guerra solo. Finalmente, pierdes de vista tu propio camino. Ella no está. Y tú tampoco.

En el sueño es de noche. Has tenido el valor de caminar entre las bestias y la suerte de salir indemne. Por ahora. No sabes qué es lo que te acecha entonces. El animal informe aguarda su oportunidad postrera. Te abres paso entre malezas. No ves nada y las espinas se te clavan en la piel a cada tanto. Solo quieres vivir. Es el instinto. Al cabo de unas horas, detrás de una arboleda, intuyes una mancha más negra que la propia oscuridad. Te acercas. Pones un pie. Y luego el otro. Algo se parte. Caes.

En el sueño es de noche y ruedas por una duna infinita. Sientes el rostro abrasado por la arena helada. Si pudieras verte, descubrirías tu rostro cubierto de una pátina salada y blanca. Una máscara doliente. Pintura sacrificial. Cuando llegas al fondo, escupes sin saberlo un pedazo de piel muerta. Estaba dentro de ti. Nadie diría que tuvieras el coraje de las serpientes, de aquellos animales que también se autoliquidan. Ni veneno ni memoria, ese es tu sino. Avanzas. No tienes mapa. Hueles a humo. Aquello lo viste en otro sueño reciente.

En el sueño es de noche. De reojo, a un lado, cazas el brillo de algo parecido al metal. Si hay luz, hay esperanza. Si hay luz, también hogar. Poco después, nublada tu mente de tanta sed, descubres la palmera ardiente. Brilla su cuerpo iluminado por el fulgor del fuego. Tiene los brazos cubiertos de pequeñas partículas de cuarzo. Ella también te ve. El desierto os robó la historia y al miraros os sabéis seres rehechos. Te acercas. La sed desaparece al tiempo que os reconocéis distintos. Ahora puedes recordar aquel final... Olía a futuro. 

Entonces despiertas. Un sueño dentro de lo que a veces parece una pesadilla irreal. Te giras y tocas su cuerpo tibio. Ella duerme a tu lado. Hace un poco de frío. Pones la oreja en ese lugar donde no llega la voz. La abrazas. Abre los ojos. Te mira tan hondo que no puedes ocultarle nada. Sabrá que la amas. Sabrá que tu enemigo es ciego. Sabrá del sueño y de la pesadilla oculta. La brisa de la mañana agita ligeramente las cortinas. Sonríes. Sabrá que has dejado de huir.