miércoles, 24 de diciembre de 2014

Detroitus (3)


i

Me acerco al trozo de pared rota que hace de ventana. He tapiado con maderas las restantes para prevenir ataques. Comienza a anochecer en lo que hoy queda de urbe. A lo lejos, en el sitio de los decentes, ya se ven las primeras hogueras. Han conseguido agruparse en torno al ejercicio consciente del mal. El odio lo tendrían de antes. Después del crack solo tuvieron que darle forma. Su crueldad les da cobijo. Es una de las primeras manadas. No sé del nombre... Su comportamiento es criminal, pero qué guarda el recuerdo de lo antiguo en  esta sociedad de escombros. Esta ciudad es su espejo.

ii

En la ventana, decía, con un vaso en la mano de algo parecido al agua. Llevo tres días sin probar bocado. No pienso en ella. Es imprescindible mantener la condura en una situación como esta. Tengo una misión y no quiero olvidarla. He de calentar la historia... Tengo que escribir los cuentos, volver a unir los trazos de memoria que cada día se esfuman en la pelea por la supervivencia. Mientras tanto, he de vivir a secas. No sé qué vida pedirán los otros... A mí me duele no volver a la de antes. Ya no vale preguntarse qué pasó. No me interesa la respuesta. Solo pienso en el futuro para no volverme loco. 

iii

La naturaleza se acabará imponiendo. He buscado entre las grietas del jardín, pero no hay nada. Ni brotes ni yerbajos. La vida parece sucumbir de todas todas. Sé que la paciencia es necesaria ahora, pero será difícil sobreponerse a la necesidad de insumos. Apenas si queda madera para encender el fuego y el invierno permanente se hace más crudo en estos meses. La primera batalla, la libro en mi cabeza. Lo importante es no desesperar. Echo mano de un recuerdo antiguo... Solo entonces empiezo a pensar que vale la pena soportar el pánico. Agarro fuerte el arma para darle tregua al miedo. Tal vez esta noche vengan a por mí. Hay que aguantar, me digo; se lo debo a todos ellos.