sábado, 14 de marzo de 2015

Apartamiento

i

Pero míralo. Él es el paseante. No te interesa precisamente por eso. Ya has hablado demasiado del camino. Ya te sabes todo aquello de las huellas por marcar, lo de la lección de los maestros o el rumor del invisible. Ahora es otro. Otra cosa también. No es el camino, piensas, el hecho de avanzar, anticiparse, recorrer con tino la ruta marcada, sino el gesto simple de apartarse, quedarse atrás, abandonar el rastro y renunciar al premio secundario del reconocimiento.

ii

Entonces otra cosa, dices. Barajas la idea de sacar al personaje. Pero hoy no. Aquí y ahora, tú sin zarandajas, tú expuesto al tú que te amartilla y acompaña, allí del otro lado, de pie -eso imaginas- del teclado donde cueces la espera. Ese otro tú que estar por llegar, ahora te aguarda, pero exige apartamiento. Y eso significa renunciar al verbo fácil, despreciar el palabreo y el querer estar. Que salgan a la luz los hijos del tiempo plano, que no te importe ni un segundo su estúpida afición a la luz de los teatros. Esa insipidez no ha de bailar contigo.  Saber ser implica enmudecer a veces, aunque va quedando menos.

iii

Te palpas la boca y ya no te sabe a hilo. Falta poco para empezar la cuenta; y la cuenta es una historia hasta hace poco muda. Vas a perderte una vez más. Solo tú conoces de qué está hecha esa niebla. Te arraigará bien pronto. Aprendiste la lección del viejo loco, pero no verás la nieve de tan cerca. No todavía.

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