domingo, 26 de julio de 2015

Detroitus (4)


i

Quiero buscarle un sentido profundo a toda esta resistencia. No me vale, ahora, con la esperanza de lo antiguo. No, lo antiguo guardaba la semilla de este ahora podrido. Quizá no aguante cuerdo. Por la noche, abrazado al subfusil, oteo en la ventana la posición del fuego. En los altos edificios de la zona norte de la ciudad, las primeras bandas lucen su seguridad con hogueras gigantescas en las terrazas. Con algo de suerte, la guerra empezará entre ellos y quizá podamos permanecer al margen.

ii

No encuentro la voz para escribir los cuentos. Su rostro despreocupado, siempre optimista, me atormenta en pesadillas. No sé qué fue de ella, pero ahora no me puedo permitir el lujo de sentirme débil. Solo guardo de recuerdo la marca de sus pisadas en la habitación que pretendía utilizar de cuarto oscuro. Allí todo sigue como estaba antes. Seguramente siga viva. Eso es lo que yo espero al menos. Si ha tenido suerte, tal vez haya podido resguardarse en uno de los clanes de amazonas que sobreviven en las afueras. Todavía deseo verla. Tengo tantas preguntas...

iii

En Detroitus no hay lugar para la compasión; es lo que dicen. Yo intento guardar la sombra de aquellos sentimientos que me hicieron ser lo que soy. No quiero vivir como ellos. Ahora me escondo y solo salgo a inspeccionar durante la noche, justo a las horas en las que reina el miedo. Así estoy más seguro. No queda de nada. Encontrar un bote de maíz ha sido mi salvación en estos días. Apenas si me quedan reservas. No pretendo robar, pero necesito a cada tanto un golpe de suerte, y toda esta presión ya me desquicia. Todavía no he pensado en unirme a nadie. Mi mayor deseo ahora es encontrar semillas sanas para el jardín del fondo (o lo que era ese jardín). 

iv

Ayer por la mañana salió un poco el sol y no era ciego, tampoco el gris era tan gris. No quiero que la tierra enferme y la riego con el agua que me sobra. Todavía recuerdo el color de los rosales. Es pronto para rendirse. Sí, así lo creo aún. Hay días en que despierto extrañamente alegre. Es nuestra condición salvaje, pienso. O tal vez sea un reacción absurda, humana, ante la desesperanza. Da igual. Humana o animal, la risa me despierta el hambre de seguir con vida. 

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