martes, 12 de septiembre de 2017

Cuatro yanquis


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Hace unos días conté en Nueva Gomorra, ese blog que dentro de poco cumplirá la friolera de diez años, que Pregúntale al polvo había regresado a casa. Con el libro también vino el recuerdo de su lectura y algunas divagaciones sobre la vida de John Fante, el autor de la novela. Reflexiones sobre lo injusto de su falta de reconocimiento en vida y sobre la manera en la que algunos autores acaban llegando a nosotros. En mi caso, y como en otros tantos, supe del autor italoamericano a través de Bukowski, precisamente en un momento en el que sus novelas me empezaban a cansar.


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De Sam Shepard no sabía nada cuando leí Crónicas de motel, publicado también en la mítica colección de narrativa de bolsillo de Anagrama, la colección Compactos. Allí encontré un diario poético compuesto por imágenes que ya me sugerían las lecturas de los cuentos de Carver. Imágenes de un país desconocido, el de los EE.UU. del fracaso, la ruina y la desesperación, un país al que nunca habría llegado si no fuera por la obra de los cuatro autores de los que hablo hoy.


iii

De Raymond Carver ya he hablado decenas de veces y en mil sitios. Sus relatos y poemas me han acompañado durante toda la vida y forman parte de mi paisaje emocional. De hecho, algunos de sus poemas me han arrancado de cuajo de momentos llenos de angustia y pasmo. También fue Carver el que dijo en su día que Richard Ford era el mejor escritor estadounidense vivo del momento. Palabras mayores de un maestro que nunca presumió de serlo y cuyos mejores años fueron aquellos diez últimos que pasó junto a su última mujer, Tess Gallagher, sin la que resulta imposible comprender la pujanza de la obra de su marido en las últimas tres décadas.


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Y yo no sé si fue el mejor autor estadounidense del momento, pero Rock Springs, la primera novela que he leído de Richard Ford, me ha hecho pensar que quizá Carver no andara demasiado desencaminado. Lo que sí es seguro es que los relatos de ambos están emparentados, compartiendo la obsesión por relatar las vidas de aquellos estadounidenses que seguramente no serían buenos ejemplos para la publicidad de la época. Eso sí, en los cuentos de Ford se cuenta más, hay menos silencio y, en cierto sentido, más impostación. Pero da igual, ojalá el resto de sus libros mantengan el nivel, porque me parece un escritor tremendo, al que sin duda seguiré la pista.

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